Leyenda «El Lago del Champaquí»

Se dice que arriba mismo del Champaquí hay una laguna con aguas coloradas que tiene muchos encantos. Un toro negro de astas doradas que le rebrillaban con el sol y que echa fuego por la boca, la nariz y ojos, cruza las aguas nadando. Y a la orilla, una niña de cabellos de oro, por cierto, hermosa, se sienta, dejando su medio cuerpo de pez en las aguas, y se pone a cantar canciones muy tristes y atractivas, mientras se peina con un peine de oro. Esta sirena siempre se aparece a medianoche y el toro suele aparecer y bramar fuerte a las doce del día.
    Cuentan -según Julio Viggiano Esain, en «Leyendas Cordobesas»- que esta mujer, para atrapar a los viajeros siempre está a la orilla de la laguna con la mitad linda del cuerpo para afuera y la otra mitad debajo del agua, y que canta unos hermosos cantos en los atardeceres, envueltos en hermosas nubes, dorada por el sol, y que el viento lleva lejos su canto de sirena.

    En una reunión de arrieros se contó lo del toro de astas de oro, entonces uno de ellos, le pidió a la mujer que cebaba mates que le prestara el Rosario. Lo besó y dijo: «Ahurita sí le juro que de volver traigo el toro o no vuelvo más… te lo juro…».
    Ahí nomás preparó su caballo, se colocó los guardamontes, se armó de un largo lazo y sin despedirse de nadie, salió.
    -Volvete, Amaranto, volvete…
    -No m’hi volver nada…
    Amaranto montado toda la noche llegó a la orilla del lago o laguna en la cumbre del Champaquí. Estuvo espiando entre las sombras de la noche. No vio nada, pero se escuchaban unos hermosos cantos de sirena, que emborrachaban de placer al oírlos. Pero no veía nada…
    Por ahí, nomás, ya muy de noche y a eso de las 12 vio que del medio de la laguna salía el cuerpo de un hermoso toro, brillándole las astas y echando fuego por los ojos, narices y boca.
    Amaranto, ahí nomás, montó en su caballo, se acercó a la orilla, preparó el lazo y cuando estuvo a tiro, largó el lazo al toro, enlazándolo… Cuando el toro sintió el lazo en el pescuezo pegó un terrible bramido que hizo temblar toda la sierra…
    Las aguas empezaron a revolverse y a volcarse por la falda de la montaña, inundando el valle…
Amaranto, bien afirmado a su caballo tiró del lazo y el toro pegó otro bramido. Entonces se hizo un gran hoyo en las aguas y en él cayó Amaranto con su caballo.
    Cuando la laguna ya volcada en las serranías se secó, no quedó rastros de Amaranto ni de su caballo…

Fuente: Villafuerte, Carlos. «Leyendas de Nuestra Tierra». Editorial Corregidor, Bs.As., Argentina (2002). Pág. 191-192.