Hace un tiempo pude hacer realidad un sueño de muchos años: conocer las tierras inkas… caminar por algunos lugares que sentía que ya conocía de antes… Después de un tiempo de planear el viaje y esperar que se dieran las condiciones, pude pasar un mes por aquellos pagos…
Mi viaje era una búsqueda espiritual… iba a buscar algunos maestros… algunos ancianos que todavía atesoran los conocimientos ancestrales que permanecen vivos y vigentes en aquellas montañas…
Para mi suerte, pude ponerme en contacto con algunos de ellos…
En Ollantaytambo conocí a Don Benito, que ‘ve’ por medio de las hojas de coca…
Antes de comenzar, me preguntó el nombre de la montaña mas alta del lugar donde vivía… le dije que los cerros más importantes eran el Champaquí y el Uritorco… y, por supuesto, el Aconcagua…
Don Benito murmuró palabras en quechua mientras soplaba dentro de una bolsita de tela donde tenia las hojitas… después empezó a decirme cosas que habían ocurrido en mi vida y otras que varios años después se hicieron realidad…
Pero me dijo otra cosa que me resultó muy importante:
«… Esos Apus son muy poderosos… pero están muy tristes porque nadie los atiende. Ya nadie les pide cosas y no les hacen ofrendas. Hay que despertarlos y servirlos… para que vuelvan a atender a la gente que vive debajo de ellos…»
Cuando llegué a Ollantaytambo, se estaba celebrando las fiestas patronales…
Con total ‘intencion’, la iglesia hacía mucho tiempo que había ‘colocado’ encima de una fiesta ancestral, las celebraciones al ‘santo’ del lugar: el Señor de Chokekillka.
Pero en realidad, en esos días se celebran dos fiestas…
La tradicional ancestral sigue intacta, tan viva como antes de llegar los españoles y el catolicismo…
Cada año, durante 8 días, le festejan el cumpleaños al Apu local… un espíritu que habita en los cerros del lugar y que protege a todos los seres vivos (personas, animales, plantas…), a los que los lugareños constantemente piden y agradecen por la salud, las cosechas, las crías… del mismo modo que se le pide y se le agradece al abuelo que mas queremos…
Sus dioses tutelares viven allí, entre ellos… y son parte de la familia… el trato es afectuoso y cotidiano… muchas veces comparten con el Apu y la Pachamama lo que comen, lo que beben, lo que fuman…
Yo tomé como misión servir y despertar esos espíritus que habitan nuestros cerros… en especial los más importantes (si bien cada cerro posee su propio Apu…).
Personalmente, siento un vinculo muy grande con el Apu del Champaquí, que para los comechingones era un Señor muy poderoso… era el guardián del valle… el que los protegía y al que le rendían culto… venían desde muy lejos para celebrar sus rituales…
Con algunas personas del valle de traslasierra hemos hecho ya muchos rituales de agradecimiento al Apu Champaquí… y de hermanamiento con Apus de otros lugares de Córdoba, Argentina y América…
Y está pendiente, todavía, una subida y un ritual muy importante… un encuentro con el Apu, para el que nos estamos preparando interiormente…
Fuente: por Rubén Molins